El amor viene definido como la tendencia humana básica que lleva a la atracción entre personas. Las teorías más biologicistas defienden la utilidad del amor para encontrar un compañero que garantice la supervivencia pero en nuestra sociedad el amor tiene un marcado componente cultural. Podemos insistir en sus funciones naturales pero algo innegable es que el amor, tal y como lo conocemos hoy en día, es mucho más que eso, transpasando la barrera de mantener una relación sin buscar perpetuar la especie.

Desde una postura donde vemos el amor como algo que nos refuerza podemos ver que la atracción surge cuando experimentamos recompensas en presencia de la otra persona. Esto ocurre aunque la persona realmente no tenga relación con la recompensa. Puede surgir por ejemplo cuando es mediadora de esas consecuencias positivas, como ocurriría con un compañero de clase que nos ayudase a terminar un trabajo del cual hemos obtenido buena nota. También cuando sí que nos proporciona dichos refuerzos, que pueden ser tan sencillos como encontrarse agusto ante su sonrisa por sentirnos apreciados. Incluso se da el caso de que la asociaremos con valores que para nosotros nos resultan reforzantes. Si somos de los que apreciamos, por ejemplo, la seguridad en sí mismo, conocer a alguien que es capaz de controlar situaciones de todo tipo manteniendo la calma nos resultará reforzante a la vez que nos sentimos atraídos por él. Por supuesto la relación entre mayor cantidad de refuerzos y mayor atracción se da en esta teoría.

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Yendo hacia una postura algo más egoísta debemos observar cómo comparamos a esa persona. Es una relación casi mercantil, en el que hacemos una compensación entre los beneficios que nos proporciona y los costes que acarrea mantener una relación con ella.

La primera comparación la haremos con nosotros mismos, donde valoraremos qué es lo que pensamos que nos merecemos y hasta qué punto esa persona se adapta a dicha valoración. No es difícil aceptar esta idea, solo tenemos que ponernos en el caso de una persona atractiva: muy probablemente buscará un mínimo grado de belleza en la otra persona para considerarla pareja suya.

La segunda comparación es con las alternativas que tenemos a la persona que nos atrae. Por cruel que suene es algo que ocurre incluso aunque no nos lo planteemos, cuantas más alternativas tenemos para elegir pareja más exigentes nos volvemos. No significa necesariamente que nos conformaremos con lo que hay disponible pero sí que seremos menos exigentes, ya que en nuestra comparación esas pocas opciones son las mejores. En este punto hay un riesgo muy importante: si de repente surge alguien que nos atrae más la valoración de la primera persona cae en picado.

Una vez pasados estos puntos llegamos a los cuatro principales factores que influyen en la atracción:

-Proximidad: Las personas con las que más coincidimos nos atraen más. Por sencillo que parezca es uno de los más importantes ya que normalmente pasaremos más tiempo con personas que se parezcan a nosotros, como dos amantes de la música conociéndose en un concierto. Por otra parte esta proximidad facilita el que haya experiencias juntos, como compañeros en los colegios o en el trabajo, haciendo que vayamos más allá de la primera impresión.

-Características físicas: El atractivo es fundamental, por mucho que se insista con el hecho de que importa solo el interior. Un dato interesante es que una persona demasiado atractiva en relación a nosotros no nos atraerá al verla inaccesible.

 -Semejanza: Nos traen las personas que se parecen a nosotros. La frase ''los polos opuestos se atraen'' no es cierta en el amor, ya que con quienes compartiremos más experiencias positivas, y por tanto más refuerzo, será con gente parecida a nosotros. Hobbys, actividades, conversaciones, todo tiene que ver con este apartado.

-Reciprocidad: No sentiremos atracción por alguien que no nos corresponde en nuestras interacciones. Por mucho que nos guste alguien si llega un punto en el que es obvia la falta de atracción se perderá poco a poco ese deseo. A su vez las personas que nos contestan afablemente tienden a que las respondamos del mismo modo, surgiendo la atracción.

 Con todo, el amor no es una ciencia exacta y cada relación es un caso particular. Estas teorías muestran una forma de actuar general, muy acertada en muchas ocasiones pero que hacen imposible

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