redes sociales

Anteriormente hablamos de la incertidumbre que puede generar en una persona verse fuera del sistema de comunicación inmediata que hoy nos ofrece internet.

El hombre o mujer que no utilice los métodos virtuales para generar o mantener vínculos con la sociedad, será visto con asombro y hasta perderá en mayor o menor medida su calidad de ser sociable. Pareciera que se nos indicara que los cimientos de las amistades o relaciones amorosas deben protegerse y cultivarse con la hipercomunicación y exposición constante. Eso nos presenta la red.

Pero al ser Internet un producto orientado al consumo, cabe repensar la autenticidad de esa supuesta necesidad de comunicación. Basta con encender la televisión, leer una revista o un letrero para ver que las compañías telefónicas o las empresas dedicadas a la comunicación plantean una realidad inconcebible sin sus benévolos servicios.

Esto es fruto de la hija predilecta del consumismo, la publicidad. Ella, asegura que siempre habrá un hueco en el entendimiento de las personas para rellenar con un gesto mercantil: si obtienes esto que te ofrezco, serás dichoso, tu vida te resultará agradable y completa.

Entonces nos encontramos con personas –sociables per se- recibiendo los envites constantes de un aparato persuasivo que les indica, casi autoritariamente, que si no forman parte de tal o cual red, les resultará mucho más difícil generar un vínculo afectivo.

La red Badoo, no es más que otro hijo de la rentabilidad de la comunicación. Es fundamental entender que siempre, detrás de los reconfortantes y optimistas mensajes que nos llegan por medio de la publicidad, se esconde esa mano invisible.

Es decir, no seamos ingenuos y repensemos sobre nuestra condición de solitarios, puede que nos sea más provechoso mirar hacia adentro y aceptarnos para luego abrirnos a la sociedad que engañarnos y creer que por tener cuatrocientos veinticinco amigos en alguna red social, estamos completos y alcanzamos la felicidad como personas.

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